Milán, una inspiración viva. Parte 11

Antes de venir a Milán visité el Instituto de Diseño Parsons en Paris.
La reunión con el Director del área de estudiantes extranjeros fue excelente.
Me guió por las instalaciones y en cada parada que hacíamos podía verme estudiando, diseñando, conociendo nuevas personas, hablando más inglés que francés, podía sentir cómo me impregnaba de nuevas culturas y manchaba mis dedos con el “pain au chocolat”. Fue tan fuerte la conexión que sentí con el lugar que cuando dejé el edificio fue como si hubiera abandonado los estudios, no había lugar para rechazar la propuesta.

Con mi mochila repleta de brochures y ya balbuceando un francés que había aprendido en la calle y por curiosidad, seguí recorriendo Europa. El siguiente destino era mi actual y tan amada Milán.
En otro relato les contaré cómo fue que comencé este viaje porque la concatenación de sincronicidades vale la pena ser compartida.

Cuando llegué a Milán, sentí algo distinto, no podía ponerle palabras a lo que estaba vivenciando, escuchar a los italianos vociferar, reírse, insultar, gesticular enérgicamente, fue como ponerle sabor a lo que había conocido en París.
Era la perfecta combinación de diseño, glamour, vanguardia y sabor.

Estaban todos los sentidos juntos en una sola ciudad.

Pensé, tiene que haber una institución donde estudiar Diseño.

Y así llegué hasta aquí, al IED, Istituto Europeo di Design y en cada parada que hago, diseño, estudio, conozco nuevas personas y hablo solo italiano.

Hoy tengo clases con Stuart, nuestro profesor de Tesis.
Hablaremos fuerte, gesticularemos burlonamente y nos reiremos de nuestro proyecto de stop motion en plastilina que aún tiene movimientos bruscos e impredecibles.

Ci vediamo pronto!