Milán, una inspiración viva. Parte 8
La fiesta.
Llegó el fin de la semana y como todos los finales de jornadas responsables estamos listas para dejar atrás nuestra identidad de estudiante y adentrarnos en el presente desconocido.
Suena el teléfono y nos avisan que nos van a pasar a buscar y que la fiesta es en la casa de un reconocido artista Milanés.
Los momentos previos a salir son casi más divertidos que el evento en sí.
Entre risas, entusiasmo y curiosidad elegimos nuestro vestuario, bailamos y descorchamos un buen tinto elegido por estudiantes que nada saben de vino.
Suena el timbre y dejando el departamento como si hubiera sido asaltado, bajamos con paso apresurado haciendo sonar los tacos anchos y cuadrados de las botas altas negras.
Nuestras carcajadas llegan antes que nosotras y nos abren las puertas de un descapotable gris metalizado.
Suena el soundtrack de la película Beverly Hills Cop, que va desparramando sus corcheas y negritas por las calles de Milán mientras el viento también nos hace volar el peinado.
La noche parece inmortal y el paisaje desaparece para dejar lugar a nuestras expectativas de esta noche de fiesta.
Llegamos. Wow!
Las altas puertas antiguas de madera con arabescos grabados se interponen entre nuestra cara paralizada por el asombro y la acción del interior.
Apenas se puede escuchar música.
Tocamos el timbre y cuando los acordes que anuncian nuestra llegada se detienen, abren la puerta…
Ecco comincia la festa!
A dopo!